TRESPASS
—Si aquel maldito inglés levantó una pared, vamos a tener que subirla. De lo contrario se acabaron las ciruelas. Romeo había sido claro. Con la pared no podíamos alcanzar las ramas del manzano, que nos permitía invadir la quinta para llegar a las ciruelas. Para Mario, el Tano, la situación no parecía tan dramática: —No va a ser difícil. Si conseguimos clavar las cuñas, se acabó el problema. Vamos a necesitar algunos utensilios. Yo hice una lista, escuchen: guantes tipo gecko para agarrarnos a la superficie, zapatos con clavos, cuñas de acero y un martillo. No hay perros ni guardias de seguridad. La huerta será toda nuestra. —Ganchos de resorte pueden ser útiles para alcanzar las mejores ramas —anotó Romeo. Yo miraba el muro con la misma sensación de impotencia de aquella tarde al pie de La Sagrada Familia. Pero como ya estaba amarrado a la cintura con una de las tres cuerdas que habrían de impulsarnos, mirando mis manos con los guantes de gecko como el hombre-araña, preferí callarme