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Mostrando las entradas de julio, 2022

LA ALEGRE FARÁNDULA DE LA ESTACIÓN

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  La fiesta hervía dentro del principal salón de fiestas de la villa. Los pobladores de San Juan festejaban el día de su Santo Patrón, mientras se preparaban para el plato fuerte del día: la llegada del tren que traía al único testigo del bárbaro crimen cometido en la capital. El gallego Joaquín y el gordo Barthes, los agentes designados para recibirlo, bebían café y pasaban el tiempo en una partida de truco con algunos clientes, en una mesa más apartada. El reloj de pared marcaba las cinco menos cuarto. Los dos agentes se divertían con la liberalidad de las improvisadas odaliscas, que bebían y danzaban con sus clientes ocasionales.  En la pequeña buhardilla del último piso, Matt y Bowles, los dos custodias, beben cerveza y juegan a las cartas. También esperan el tren. Han amarrado a Bob Cooper a una silla. Cooper es el presunto asesino de Pedro Fagúndez, ex-marido de la empresaria Samira Bené. Joaquín se preocupaba por la integridad física y mental de Cooper, que era maltratado por lo

LOS TRASTORNOS DEL BOTOX

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  Sentado bajo la sombra amplia del parasol, al borde de la piscina, Samuel bebía distraído su refresco viendo allá abajo la bahía, donde algunos bañistas desafiaban la canícula del mediodía. Los pasos que se aproximaron desde atrás, por la senda de pedregullo, lo arrancaron del ensueño. Antes de darse vuelta, escuchó una voz familiar: —¡ Hola, profesor Romero! Él vio la cara que no reconoció, con la voz de su viejo amigo, Jaime, uno de los mozos encargados de atender a los turistas en el área de la piscina. Por una fracción de segundo, Samuel lo miró con los ojos vacíos. Pero su reacción fue muy rápida y respondió con naturalidad fingida —Ah, hola Jaime. Me agarraste distraído. Miraba los juegos de los niños en la piscina. Se quedó pensando si el otro había percibido algo. No. Fue una disculpa razonable; un lapsus que a cualquiera le ocurre. El calor. La sed. La cabeza no trabaja como de costumbre. Pero aquel rostro. Quiso acordarse del verdadero rostro de Jaime y no pudo. Prefirió co

EL VIENTO POR LA COLA

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  Algunos Hiperbóreos se habían adelantado a la invasión y ya se les podía ver entre las rocas, como lagartos estirados al sol. Se arrastraban con torpes movimientos de búfalos en celo y miraban con aprensión hacia el Domo. Venían disparando del crudo invierno del norte, y comenzaban a organizar sus fuerzas para el ataque. Una bandada de gaviotas surgió de la nada, eyectada por invisibles conductos de energía, y un segundo después se evaporó. Cerca, un poco más al sur, un grupo de hombres-caimán con cabezas de ave provistas de garfios y cuerpos humanoides, nadaba en un pequeño lago.  Los dos grupos aguardaban la llegada de sus clanes con una meta definida: la destrucción de la campana energética, donde se protegía en condiciones complicadas la colonia de los Extranjeros. La veían como un visitante inoportuno y prepotente. Y se querían deshacer de ella. En la salida Norte estaba el Centro de Comando, donde la costa se repliega en una cala diminuta. Jeff Orklon y Dart Lukor, los ingenier

UNA FÓRMULA EFICAZ

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  El primero fue en la farmacia. Blanquito como leche que sale de la ubre y con unas orejitas de punta que hacían suspirar. Una pareja de adolescentes se esforzaba por decir en el oído del farmacéutico que querían aquellos de la marca “Olla”. Él escuchó la palabra y se puso tan excitado que casi saltó. A último momento se arrepintió. Me quedé con el susto y desconfiado. —Es que son más aceitosos, ¿sabe? facilita las cosas en aquel momento crítico —decía el muchacho ruborizado. El boticario se rascó la oreja y les dijo que iba a ver si le quedaba de esa marca. Por suerte tuve tiempo de cerrar la boca y el orejudito se volvió atrás sin reclamar. Pero mi victoria fue  ilusoria, porque ahora yo no podía hablar. El pibe se sintió seguro y me preguntó si yo también usaba de esos.  —Mmmmbb, bbbm, bebmm, —respondí. Por la sonrisa cómplice que le dirigió a su novia, sentí que había entendido. Pero ella seguía perpleja y comentó algo con el muchacho. Él preguntó con vergüenza si también servían

DOS SENDERISTAS Y UN PERRO

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  Dos senderistas, Alan y Muriel, suben la escarpa de un monte. Está anocheciendo, el frío aumenta y comienza a nevar. Necesitan encontrar rápido un lugar para refugiarse. Mientras andan, se cruzan con un perro perdido. Un pobre animal viejo, enfermo y hambriento, que decide acompañarlos. Son afortunados y encuentran una cueva escondida entre las breñas, disimulada por un despeñadero. Pero es un espacio muy pequeño. Sólo puede cobijar a dos. Muriel sugiere salvar el propio pellejo y descartar al perro. De todas formas es un animal viejo, es un milagro que esté vivo todavía. Pero Alan no acepta y discuten.  Muriel decide que si el otro quiere dormir a la intemperie, tendrá que hacerlo por su cuenta y riesgo y le niega abrigo. Alan abre su bolsa de dormir, se abraza al animal y después cierra por dentro. Durante la noche, nieva con fuerza. El colchón queda enterrado bajo un manto helado. Al amanecer, las patrullas de rescate llegan al lugar y encuentran una escena escalofriante. El infor