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Mostrando las entradas de enero, 2023

ENCOMIENDA PARA LAMARQUE

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  La impresora dio inicio a la secuencia de comandos. Luces de colores se encendían y apagaban en un contrapunto bien afinado. El rodillo de alimentación comenzó a eructar páginas por la fina muesca disimulada en la parte superior hasta que la bandeja quedó repleta. Cumplida su tarea, quedó inmóvil y una lucecita roja se encendió en el tablero frontal. Lucio analizó el resultado del trabajo. Las páginas enormes con dimensiones de outdoor tenían un círculo negro del tamaño de una palangana encima de la figura que debía aparecer impresa. Aun así, podía atisbar detalles del paisaje invernal por debajo de la inesperada cobertura.  Vio la escarcha, las puntas desnudas de los pinos, un depósito de ladrillos carcomidos y un obelisco en el fondo. Era un idílico paisaje rural, que le recordó las coloridas telas de los impresionistas. Después de una rápida revisión, descubrió la causa del problema. Un desperfecto en los engranajes hacía que el dispositivo liberase más tinta que la necesaria, tap

EL PULMÓN DE LA SALAMANDRA

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  Miré  hacia abajo y no pude encontrar mis piernas. El cuerpo no proyectaba sombra; estaba desapareciendo de a poco. Podía mover los brazos, pero lo que más me asustaba era que no podía verlos. La niebla cenicienta tocó mi cara con dedos ásperos de sal. Se prendía a la piel como un polvillo de aserrín y venía cargada de la fetidez de la ciénaga. Estaba perdido y atravesaba una de las tantas salinas costeras de la comarca. Tenía que vadear el área húmeda y escalar el monte para después bajar por la ladera opuesta en dirección a la escuela. Mi cuerpo se había afinado como una hoja de parra. No dejaba huellas. Sólo una pista de arena fina y caliente que nacía confundida con los colores del agua, evaporándose sin cesar en estiradas plumas lechosas. La campana de la entrada ya debe haber tocado. Tía Emilia es una directora muy rigurosa. «El que no entró a la segunda llamada, queda afuera, pierde la clase y recibe penitencia».  Poco era lo que quedaba del cuerpo. «Soy el hombre de arcilla.

CUARESMA

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  Los ojos del extraño me buscaron entre las cortinas del balcón. Picotearon como saetas envenenadas mientras el rugido aumentaba afuera. Crecía en brazos y puños cargados de ira. La bayoneta reposaba vertical en mi mano derecha. Sabíamos que podía haber tumultos, cosas de esos revoltosos, todo el mundo sabe. Pero la lluvia era tan fuerte que no podíamos movernos de aquí. Los ojos de zorro  brillaron y yo bajé mi arma en señal de reverencia. —Ojos de zorro plateado. Es un espectáculo impresionante —dijo el centurión por debajo del yelmo. Ajusté la tonsura de espinos en mi cabeza. Me divertía tenerla bien pareada, tan bien cuidada como la que estaba preparada para la ceremonia. Cogí mi puñal y me retiré al dormitorio.  Me estiré el pelo y sonreí al ver desde la ventana al demacrado joven forrado de piel. Tenía abiertos los ojos tristes. El hombre de la túnica esperaba que la horda en el atrio se calmaría al abrirse la reja. Un zorro plateado de ojos brillantes salió de la jaula a la luz

MAQUILLAJE

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El guardia asistente estaba irritado.  Descargaba violentas cachetadas contra su rostro.  —Malditos mosquitos. Maltratan mi cuerpo y no me dejan bajar el arma para dar cuenta de ese incómodo infiernillo que insiste en roer mi pierna. Restallando sus dientes como un grillo, saltando  para comenzar de nuevo. Créame, querría poner el caño de la pistola contra su sien y apretar el gatillo. Así acabaríamos con esta pesadilla de una vez. —Todavía no. Ella merece otra chance de redimirse, de librarse de aquella traumática arruga del párpado, dejar de vagar en la ilusión del rimel. Intentará hidratar sus mejillas con agua limpia. Debemos ser pacientes y darle tiempo. Eso pareció calmarlo. Me dio la espalda y continuó masticando su paca de tabaco de cuerda. A veces tosía y escupía una bilis negra como el humo de las hogueras. Ella gruñó mientras atropellaba a puñetazos contra la puerta cerrada; confiaba en que la rabia la haría abrirse. La dejé. Era bueno que descargase toda su energía para que