DOS SENDERISTAS Y UN PERRO


 Dos senderistas, Alan y Muriel, suben la escarpa de un monte. Está anocheciendo, el frío aumenta y comienza a nevar. Necesitan encontrar rápido un lugar para refugiarse. Mientras andan, se cruzan con un perro perdido. Un pobre animal viejo, enfermo y hambriento, que decide acompañarlos. Son afortunados y encuentran una cueva escondida entre las breñas, disimulada por un despeñadero. Pero es un espacio muy pequeño. Sólo puede cobijar a dos. Muriel sugiere salvar el propio pellejo y descartar al perro. De todas formas es un animal viejo, es un milagro que esté vivo todavía. Pero Alan no acepta y discuten. 


Muriel decide que si el otro quiere dormir a la intemperie, tendrá que hacerlo por su cuenta y riesgo y le niega abrigo. Alan abre su bolsa de dormir, se abraza al animal y después cierra por dentro. Durante la noche, nieva con fuerza. El colchón queda enterrado bajo un manto helado. Al amanecer, las patrullas de rescate llegan al lugar y encuentran una escena escalofriante. El informe final del forense dice:


“Los dos senderistas perdidos han sido finalmente encontrados esta mañana. Uno de ellos estaba abrazado a un perro dentro de una bolsa de dormir.  Ambos presentaban señales vitales y ahora están fuera de peligro. El otro, sin embargo, que dormía dentro de una pequeña cueva, no tuvo la misma suerte. Su organismo no pudo resistir al frío de la madrugada y falleció por congelamiento”.


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