EL SOBREVIVIENTE


 El rollizo bebé se hizo un ovillo y cubrió los oídos. Afuera, sus padres discutían con los médicos y la policía. Había mucha gente que él no podía ver, pero estaba perplejo con los gritos y las manifestaciones de admiración y hostilidad que recibía.

—Lo encontramos cerca del río —dijo uno de los guardias—. El felino le había mordido una pierna y forcejeaba para terminar de arrancar el resto. Fue necesario amputar.


—Vimos lo que muestran las cámaras. Parece un dinosaurio humanoide   —decían perplejos los soldados que transportaban la enorme incubadora en dirección al hospital.


Lo habían removido de la boca mortífera de un jaguar que había devorado parte de una pierna. Enroscaron firmes compresas en el apéndice sobrante para evitar la hemorragia. Tenían miedo de una infección. Esperaron que la espuma esterilizante limpiase el resto de mucosidad; la expectativa aumentó. La gente se apretaba contra la caja del camión. Acompañaban lo que ocurría dentro del receptáculo por medio de una cámara especial de nano-impulsos, conectada a una pantalla gigante frente al edificio del ayuntamiento. En el centro del gigantesco tubo convexo brillaba un huevo que figuraba ser más alto que los taburetes de la discoteca.


—«Es un pato gigante, un palmípedo».

—«No, un cisne transgénico». 

—«Una gaviota de los Alpes».


Discutieron sin llegar a un acuerdo hasta llegar al hospital. El objeto fue colocado en un soporte y la viscosa máscara de tejido protector y citoplasma se diluyó en el calor de los láseres. La linfa borboteaba y el nene podía comunicarse desde adentro por un micrófono embutido.


—El pato, la gaviotja y el cisne son aves palmípedas —gritó en el transmisor. Había aprendido la definición en Google pero su curiosidad no estaba satisfecha —. ¿Qué es un palmípedo,  mamá?

—No sé, nene. Quedate quieto. No te muevas. Vamos a ver qué dicen los doctores.


La apertura del tanque mostró que la restauración del tronco estaba casi concluída. Las heridas cicatrizaban a gran velocidad. Casi no se veían las secuelas del ataque. 

Ayudado por dos enfermeros puso el pie derecho fuera del cascarón y dejó una profunda huella palmeada en el piso de tierra.

Asomó la cabeza. Las facciones eran vagamente humanas. Las personas en la multitud decían que aquella criatura era una abominación, aún antes de descubrir cómo el muñón sobrante de la otra pierna se restauraba y volvía a su tamaño natural.

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