LOS DÍAS DE TYSON
Llegaste a la Estación a comienzos de diciembre.Tenías un collar rojo que casi no se veía, escondido entre tus rulos negros y enredados. Pensé en un nombre y el primero fue Tyson. Me gustó, te caía bien. Ahora tenías un grupo de amigos nuevos, una cama, la comida y un nombre. Vos completabas la decena del bando.
Hicimos una comilona y festejamos el acontecimiento con un paseo en la laguna. Me acuerdo que estabas nervioso, pero nuestro entusiasmo te contagió y así fue tu primera salida por las trillas.
Fueron algunos días maravillosos. Vos me veías llegar y ya te preparabas. Habías aprendido con tus nuevos hermanos. Después del paseo eran las salchichas que coronaban la jornada y la reunión de la tropa bajo el techo de la parada de taxis.
Una tarde estábamos prontos para salir cuando te vi de lejos. Era algo extraño. No sentí tu alegría de las primeras veces. Me miraste y renunciaste a venir cuando te llamé. No le di mucha importancia. Todavía no estabas adaptado al ritmo de los otros, parecías un poco confuso. Pero esa noche llegó el primer alerta. Un mensaje rasguñado de prisa me avisaba que no estabas bien. Nadie sabía explicarme. Hablaron de cinomosis, de un posible atropellamiento, de veneno, de tu debilidad manifiesta.
Te vi al otro día, solo, en una garita abandonada, al borde de la avenida. Íbamos con tus hermanos a dar un paseo. Estabas muy débil, casi no tocaste la comida. Cuando la comitiva ya hacía fila para reanudar el camino, sentí tus ganas de acompañarnos. Pero después de unos pasos te diste vuelta, sabías que tus fuerzas te abandonaban. Cuando regresamos estabas en el mismo lugar. Te recogí en los brazos, te llevé para la estación donde tomaste una inyección que pareció reanimarte un poco. Llegaste a dar unos pasos y fuiste a tu cama a descansar. Fue la última vez que te vi. Me dijeron más tarde que estabas en la Zoonosis, que ya no te levantabas. Adiviné el final. Estabas con un cuadro terminal. No pregunté más. El día de Navidad, yo repartía las salchichas entre el bando cuando todas estas cosas se amontonaron en mi cabeza. No podrás imaginarte la falta que sentí cuando en medio del banquete no pude encontrar aquella manchita negra con el collar rojo en medio de los otros.
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