DIVERTIMENTO



Era uno de esos días en que se sienten ganas de arrojar al bebé llorón dentro de la bañera, o plantar una bomba en la casa del vecino barullento que no te deja dormir y correr a refugiarte calculando la inclinación del sol para poder sacar la foto sin exceso de luz. Y es curioso pensar que cosas tan absurdas como éstas ya deben haber sido previstas y solucionadas en las

reglas de cálculo de nuestros físicos y filósofos.

—¿Será que ya no han sido incluidas en la Poética? —me dio por pensar—. Después de todo, allá está apañado casi todo, es como un horóscopo. Es ominosa e inflexible, como una versión apócrifa del Necronomicon citado por Lovecraft.

Aristóteles también tenía sus manías de Procusto bien asimiladas. ¿No fue suyo el intento de meter al mundo en un cajón? Tal vez por eso el sarcófago había sido construido con madera durísima, con aquel cedro que sólo da en las faldas del Monte de los Olivos. Y así fue necesario tanto tiempo para que el cedro crujiera contra sus huesos. La madera se apretó y aparecieron rajaduras por todos lados. Él no tenía lugar para moverse y acabó haciéndose pichí en el catafalco. Claro que esta historia yo podría contarla sin que fuera en la forma de tres partes, para probarle que sí se puede.

O tal vez en cuatro o en cualquier otro número, o en alguna de las formas de pera de Erik Satie. Yo preferí contarla así como iba saliendo, sin forma ninguna, para poder colarla en secreto en los bolsillos de los  ejecutivos y en los móviles de los catedráticos, en los trenes cargados hasta el techo, bajo los asientos, en los pueblos sin nombre donde no llega el 5G.  Algo ocurrió entre el canto de la lechuza y el cacareo del gallo.

Resulta que quisieron durante tanto tiempo constreñir a las gaviotas en su ruta que un día ellas se cansaron de aquella repetición sin gracia. Las cámaras filmaban el partido cuando las vieron, levantándose como penachos que se despeinaban desde las cornisas de la torre. Bandos de gaviotas volaron en formaciones bizarras y algunas se animaron a hacerlo hasta de espaldas, igual que en Escher, contra las reglas. En una hermosa redundancia prohibida, probaron cómo así es más fácil ajustar la perfecta geometría del vuelo. 

Había llovido. De las alcantarillas emanaron ejércitos de sapos. Los niños recogieron los sapos y los asearon y los perfumaron y les pusieron distintivos luminosos para jugar a la batalla naval y con pedazos de tela y cartulina fabricaron duras velas de crucero para aguantar temporales. Y allá iban los sapos hechos barcos, plataformas flotantes repletas de banderitas de colores. A través de fibras ópticas más finas que el entramado sutil de una telaraña, larvas microscópicas asomaron sus cabecitas negras y marrones y por primera vez vieron la luna y fueron mojadas por el rocío. 

Alguna cosa está fuera de orden, dijo el juglar. Las reglas han sido empujadas por escaleras empinadas, desde donde sería fácil resbalar y romperse la cara contra el cielo. Los clavos están oxidados, la sangre hace tiempo ha coagulado. El sudario no le sirvió ni de fregón a Pilatos y las heridas son hoy cicatrices de dura cáscara. Imagínese usted las caras en las cátedras cuando vean los sonetos sin rima y las sinfonías escritas en escalas cuánticas, donde el intérprete tocará un re o un re bemol, dependiendo de su humor del momento.

Y cuando descubran que el Quijote había peleado con gigantes de verdad pensando que eran molinos, cuando los eruditos hablen de  peras en los conservatorios y mis perros puedan apreciar el litoral norte de la isla desde la ventanilla del avión o elegir el postre llamando al mozo sin levantarse de la mesa del shopping.


Cuando vuelvo del escritorio siempre veo a aquel niño jugando con sus réplicas de la SpaceX. Ahora hasta tiene dos hermosos Falcon-9 con posaderas de águila.


—¿Usted vio? —me dijo con los ojos bien grandes—. Son igualitos a aquellos que suben y bajan derechito, como mostró la televisión. Y mi nuevo telescopio, ¿no es bonito? ¿Quiere ver el cráter Apollonius? O tal vez le interese más el Mar de la Serenidad. Dicen que Artemis va a posarse allá.


Me quedé pensando que es verdad, alguna cosa debe estar fuera de orden. Nadie nos va impedir volar para atrás o de cabeza para abajo. Nos pondremos un zapato azul y otro con cintas de lentejuelas para las entrevistas de trabajo y el chiquilín aprenderá en la escuela que puede escribir en forma de sandía cuando está desganado o de puercoespín, si está con rabia. Porque al fin de cuentas nada nos va a distraer de nuestro objetivo. Tenemos los ojos apuntados para las estrellas. Y un día ese niño va a conocer al farolero.


Rio Pequeno,Rio Grande da Serra,São Paulo/SP - agosto 2022



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