JACO
..........."que no existía ni habría existido el bajo eléctrico, si Jaco Pastorius no hubiese decidido que él existía......."
( recorte de una crónica periodística)
. JACO.
Parecía una imagen de otro mundo, bajo la helada llovizna de agosto que se enroscaba en una niebla blanca y espesa desde donde sobresalían las copas fantasmagóricas de algunos árboles secos.
El aire pesaba tanto como la oscuridad del callejón inmundo, flotaba como un peso inerte y después era agitado en todas direcciones por las ráfagas frías de los ductos de ventilación del restaurant. Me acerqué, mas por piedad que por verdadera curiosidad. El hombre parecía muy joven, su cuerpo medio encorvado e inmóvil, como si no sintiera el rigor de aquella madrugada de comienzos de otoño.
Mecánicamente, con un murmullo casi inaudible, me pidió un cigarro. Sin reaccionar, como si no hubiera notado mi presencia, dio una larga bocanada y dejó colgar su mano temblorosa sobre el estuche del Fender, de pie a su lado. Yo no podía distinguir bien su rostro, cubierto entre una bufanda gastada y una boina medio estilo Che Guevara, pero tuve la impresión de que estaba muy enfermo.
Se fue sin despedirse, casi arrastrando los pies. Tuve la seguridad de que en ese momento él ya estaba a mucha distancia, en algún otro mundo secreto que se me escaparía por entre los dedos si quiesiese tocarlo, como la cerrazón que continuaba siendo bombeada una y otra vez por los fuelles histéricos de los hornos...
(del libro "Mitos populares", de Ian Mc Irving, crítico musical de la revista "Rolling Stone", recordando su primer y único encuentro con Jaco Pastorius, poco antes de su muerte)
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Muchas veces, camino de la escuela, había pasado frente a aquella construcción circular de paredes de piedra blanca y lisa, con sus ventanas siempre abiertas de par en par y su única puerta que era cuidada por un viejo de barba espesa y cenicienta, con un cayado en su mano izquierda y cubierto con una simple túnica de piel de bisonte, por cuyo aspecto Jaco dedujo se tratase de un monge hermitaño, siempre silencioso y con la mirada perdida, como en profunda meditación.
Llevado por una curiosidad irreprimible, un día decidió interrogar al viejo a respecto de aquella mansión misteriosa, donde parecía no vivir nadie, a pesar de que no tenía aspecto de abandonada. Él siempre esperaba un indicio, un aviso, pero como cada vez que llegaba cerca sólo recibía silencio y desinterés, decidió intentar el contacto.
Supo que el anciano estaba allí desde tiempos inmemoriales, cuando los últimos dueños decidieron hacer un viaje del que nunca regresaron. Nadie reclamó la propiedad, por eso nadie puso ninguna objeción a su permanencia. El hombre nunca había entrado en la casa desde el desaparecimiento de sus patrones, pero se acordaba de cada cuarto, de cada escalera, de cada vuelta de los innumerables corredores y buhardillas que tenían entradas y salidas por todos lados, como un laberinto.
Como Jaco nunca se había atrevido a preguntar, el viejo, adivinando su curiosidad, un día le dijo:
-"Ah ! Y también puedes entrar y salir cuando quieras. Yo no estoy cuidando esta puerta, nunca la he cuidado. Es que no necesita. Nunca ha pasado nadie por aquí."
Cada vez más intrigado, el pibe hizo otras preguntas cada vez más directas: por qué tantas puertas y ventanas, por qué esa puerta en especial donde no pasaba nadie, y tal vez la pregunta más intrigante de todas: cuál era la razón de ese hombre estar sentado allí, si, tal como había dicho, no había necesidad de guardar el lugar de ocasionales visitantes.
La curiosidad de Jaco iba en aumento. Se acostumbró a pasar frente a la casa sólo para cambiar algunas palabras con el venerable anciano. Así fueron haciéndose amigos, hasta que un día Jaco le confesó al viejo que tenía un deseo incontrolable de entrar, pero sentía miedo.
-"Pues bien, yo voy a acompañarte. Y será mi primera entrada en muchos años."
Así ocurrió la primera visita de Jaco a la casa blanca. Primero pasaron por un corredor de techo bajo y abovedado, con rincones oscuros y cubiertos de telarañas, donde Jaco en algún momento creyó ver la sombra furtiva de algún animal pequeño escapando entre los capiteles barrocos de las columnas. Después de bajar una escalera de caracol que penetraba profundamente en los cimientos de la construcción, Jaco sintió el olor inconfundible de la vegetación. Pero para su sorpresa, el plan del constructor había sido diferente a como él había imaginado. En realidad, lo que él vio fue un espectáculo indescriptible. Frente a ellos se abría un enorme patio circular, que tendría no menos del tamaño de dos estadios de fútbol. Jaco vio que la puerta por la cual ellos habían salido era apenas una entre muchas otras (más de doscientas, tal vez) que acompañaban la pared interna a lo largo de toda su circunferencia. Todas las puertas seguían el mismo modelo de arco con adornos barrocos encima. Y todas eran muy bajas. Jaco calculó que alguna raza de pigmeos debía haber habitado ese lugar, lo que atizó aún más su curiosidad.
El techo era otra bóveda descomunal que se perdía en la distancia. Había ilustraciones gigantescas en toda su superficie, figuras amenazadoras con cuerpo y garras de ave y cabeza de mamut, todo bañado por una luz mortiza azulada, que no tenía foco definido y por eso daba a la escena un aspecto todavía más irreal. El detalle más inquietante, con todo, Jaco demoró en percibir: todo ese enorme espacio estaba ahí...¿para qué? ¿cuál era su finalidad? El viejo nunca respondía a estas preguntas. Parecía que despertaban en él un terror ancestral.
Cada una de esas puertas era la entrada para un corredor, y sólo después de pasar por alguno de esos corredores, entonces sí, se llegaba al jardín, que parecía ser el centro de influencia de toda la casa. Tal como se podía esperar, así como todos los corredores daban al patio por dentro, también todos llegaban al jardín por el lado de afuera. La construcción estaba completamente rodeada por la vegetación. Más allá del jardín otro muro marcaba los límites de la fortaleza. Era ésta la pared que se veía desde afuera. Estaba toda llena de pequeños closets o nichos vacíos, que, según dijo el anciano, eran usados para guardar provisiones y medicinas. En otros tiempos la extraña mansión había sido sometida a prolongados sitios por parte de sus enemigos, por lo que fue preparada para ser autosuficiente por largos períodos de tiempo.
Exteriormente la construcción era desprotegida por completo. Ni una cerca, un foso o cualquier otro tipo de obstáculo habían sido planeados por sus constructores, como si ellos supiesen que una invasión era imposible.
"Durante los largos años de la guerra - explicó el heremita - jamás se supo de algún atacante que haya conseguido penetrar a través de estas paredes".
Encima de la línea de ventanas (redondas, de acuerdo al padrón general de la obra) había otra línea de agujeros circulares menores, que tal vez fuesen posiciones de artillería para el uso de cañones, igual que en un fuerte.
La visita se repitió otras veces aquel año. Jaco y su maestro, como él lo llamaba, se entendían muy bien y por eso el muchacho fue aprendiendo cosas cada vez más misteriosas acerca del jardín.
Un día el viejo le dijo que tenía que mostrarle algo muy importante. Le avisó que iban a entrar por una puerta cualquiera, y que debía prestar mucha atención a los detalles. Avanzaron por uno de los corredores y desembocaron en el jardín.
De la misma forma pasaron a través de otras puertas contiguas y el anciano siempre hacía la misma recomendación a su discípulo,
- "preste toda su atención a los detalles. "
Después de pasar por cuatro de las puertas, decidieron descansar. Jaco estaba sudando frío y con el rostro desfigurado por el espanto. Se sentó en el suelo y respiró, como sin poder creer lo que había visto. Percibió que todos los corredores se abrían a una parte del jardín que era siempre la misma, pero había algo inquietante, como mirar una secuencia de fotos del mismo lugar, sacadas en días y a horas diferentes.
Entonces, el viejo comenzó a explicar:
- "Esa es la realidad del universo, del tiempo y de la vida, muchacho.
Cualquiera que fuese la puerta escogida, cada imagen sólo existiría durante aquella mínima fracción de tiempo y no podría repetirse nunca.
En realidad nosotros hicimos un único viaje y paramos en un único lugar. Yo quise mostrarte como lo que tú quieres llamar de realidad no es más que la suma de todos esos momentos sucesivamente. La realidad es formada por la unión de esos múltiples pedazos de cosas ocurriendo muy rápido, tan rápido que eso crea la ilusión de permanencia, de un todo continuo y coherente, por causa de la reacción muy lenta de nuestro cerebro."
"Después que pasamos por la primera puerta", continuó ,"llegamos a una parte del jardín desde donde se podía ver un cuadro nítido: un picaflor va a clavar el pico en una ciruela, el niño mira con un dedo en la boca, una hebra de pasto se curva tímidamente para la izquierda, un gusano de seda sube por el tronco del limonero, donde una hoja deja rodar su sombra oblicua.
Cuando entramos en la segunda puerta, unos metros después, llegamos al mismo lugar, pero ahora el picaflor ya enterró el pico en la fruta, el niño se sacó el dedo de la boca y su brazo comienza a describir un movimiento claramente descendente, la hebra de pasto recuperó su posición vertical y amenaza un giro hacia la derecha, el gusano de seda decidió cambiar su curso y ahora está atravesando el limonero, bajando por el tronco. La tercera y cuarta puertas nos ofrecieron otros momentos irrepetibles de la misma secuencia."
El hermitaño extrajo una cebolla de la bolsa, también de piel, que llevaba siempre consigo.
Y continuó:
-"Todos esos diferentes cuadros que tú viste eran parte del mismo momento, como las capas de esta cebolla son todas partes de la misma cebolla. Pero ocurre que la cebolla de la realidad es muy diferente. También está formada por capas muy finas, pero ellas se confunden a veces, consiguen ocupar tiempos y espacios simultáneos, es como si estuviesen en dimensiones separadas. Igual que humo y neblina, que se penetran mutuamente sin que uno sepa de la existencia del otro. Además, esas capas son móviles, Por momentos muy breves pueden invadir los dominios de cualquier otra, confundirse, y en el segundo siguiente separarse para tal vez no producir nunca más ese fugaz click de la aproximación, el momento único e irrepetible.
A veces resbalan, chorrean unas encima de otras, nuevas combinaciones son abiertas, el destino es dibujado y alterado a cada instante.Pero otras veces, por una simple ley de probabilidades, algo hace que dos o más de ellas coincidan en tiempo y espacio dentro de la misma dimensión, entonces algo imposible ocurre,un corto-circuito, cosas que no deberían encontrarse de repente confluyen, un coche avanza bordeando una montaña, a la derecha hay un precipicio. El coche y el precipicio corresponden a realidades incomunicables: no hay contacto, millones de años pasan y nada cambia.
Un día, algo hace que las capas se toquen, un freno que no fue verificado, un neumático que explota justo en el punto más peligroso de la curva, un eje de dirección que no responde al volante, pueden ser algunas de las innumerables causas que provocan la chispa, el contacto, la capa-coche y la capa-precipicio se queman en el roce como materia aniquilándose con anti-materia, un coche y un declive, la existencia de uno excluye la misma idea del otro"
Tan fascinado estaba Jaco con las historias del anciano que apenas vio, en la parte superior de una arcada bastante mayor que las otras, la inscripción "Kaspar Hauser". Interrogó al viejo a respecto del nombre. Éste respondió medio lacónicamente que era el homenaje a un muchacho desconocido que un día apareció en una plaza solitaria en circunstancias misteriosas. Algunos sucesos bizarros habían hecho de su vida una historia de primera línea en los mayores periódicos del mundo y hasta en círculos científicos. Un día apareció muerto con un puñal clavado en el pecho. La importancia de la ciudad había crecido grandemente por causa de estos acontecimientos, por eso el prefecto decidió colocar su nombre en algunos lugares públicos, una plaza, una calle, y finalmente aquí, en la biblioteca pública de la ciudad.
-"Yo no sé más detalles sobre la historia. Ya es en sí bastante triste como para continuar hurgando en ella. Pero si tú estás tan interesado, quién sabe no consigues más información aquí mismo..."
-"¿La biblioteca pública queda dentro de esta casa?", preguntó Jaco.
-"Claro. Todo el Universo está dentro de esta casa. Y todo el conocimiento humano está preservado en esa sala, que antes de recibir el nombre del ilustre desconocido, era llamada la Sala de los Antepasados."
El viejo anduvo algunos metros silenciosamente a lo largo de una alfombra roja que ahogaba cualquier sonido. Jaco pensó que él se movía como una criatura de otro mundo, como flotando. Lo siguió cauteloso, a unos metros de distancia, atravesó la puerta y se sintió envuelto por una penumbra que tenía el mismo matiz azulado de la gran bóveda central. Vio las largas mesas y las sillas altas con respaldo macizo , como creadas deliberadamente para dar la impresión de que la sala estaba vacía. El polvo cubría todo, desde los libros en los estantes hasta los cestos de papel, desde el terciopelo apagado de los pasamanos hasta las arañas del techo, todo parecía yacer debajo de un manto de sombra.
-"Kaspar murió porque quiso pasar por la puerta equivocada", dijo el hermitaño.
-"¿Puerta equivocada?", murmuró Jaco, sin entender.
-"Sí -. Hay corredores que no deben ser usados, porque ellos alteran una secuencia. Existe una secuencia cierta para cada persona. Cuando ella es interrumpida, algo terrible va a ocurrir, cosas que no pertenecen al mismo plano son llamadas a coexistir, eso causa un desequilibrio en el conjunto."
-"Y ¿cómo hacer entonces para evitar las puertas equivocadas, cómo reconocerlas?", preguntó Jaco.
-"Siempre debes prestar atención a los detalles - fue la respuesta medio susurrada del viejo. Porque dentro de ellos están todos las posibilidades, todas las direcciones y todas las respuestas. Cada uno tiene que elegir. Pero debes tener mucho cuidado, es muy fácil deslizar de un puerta para otra, contigua o no. Muchos han entrado y se han extraviado de esa forma, como ocurrió con Kaspar."
Jaco se había transformado en bajista casi por acaso, cuando no pudo continuar con la batería después de fracturar el pulso izquierdo en un partido de fútbol americano, todavía adolescente y ya viviendo en Fort Lauderdale, donde pasó la mayor parte de su corta vida. Un día decidió comprar un bajo eléctrico en una tienda de artículos usados, um Fender desvencijado, com la pintura saltada y algunos trastes faltando. Jaco decidió completar el trabajo, arrancó los trastes que todavía le quedaban al viejo Fender y así, casi sin querer, inventó el bajo "fretless". Eso es lo que dicen los críticos. Para mí, él simplemente inventó el bajo eléctrico.
Para el resto de las personas aquello no era más que un instrumento. Para Jaco,en su visión alucinada, era mucho más: era un cofre secreto, lleno de sonidos que ningún ser humano jamás había escuchado. Hizo su instrumento sonar como una corneta, una mandolina, un caja de música, una orquesta entera.
Desde hacía mucho tiempo aquel cofre de sonidos celestiales, estuvo esperando por quien vendría a abrir sus maravillas para el mundo....El mundo que no se había preparado para su llegada, y mismo así, él vino.
Eran los años sombríos posteriores a la guerra, cuando las quinceañeras aullaban siguiendo las curvas sensuales de la cintura de Elvis. Todavía un adolescente desconocido, apareció un día en el ensayo de los Weather Report y le dijo en la cara al gran Joe Zawinul: "Yo soy John Francis Pastorius III y quiero tocar en la banda porque soy el mejor bajista del mundo", dejó su demo y se fue sin esperar la respuesta.
Por la mitad de la década de 80, Jaco comenzó a presentar problemas mentales, los médicos lo llamaban "disturbio bipolar", un complicada expresión para explicar problemas de personalidad múltiple, generalmente asociado a una continua sucesión de momentos de tremenda euforia mezclados con otros de fuertísima depresión.
Le dijeron que tenía la síndrome del pánico y le prescribieron algunos remedios. Al comienzo él experimentaba un vago sentimiento de desconcentración, con el tiempo empezó a sentir somnolencia, llegó a dormir en los ensayos. La sensación de adormecimiento pasó para sus manos, sus dedos, notó que estaba perdiendo la sensibilidad porque por momentos no sentía el contacto de las cuerdas. Hacía un esfuerzo tan enorme al tocar que sus dedos sangraban.
Jaco comenzó a hacerse preguntas. Había algo en esa mansión que tenía que ver con él, que afectaría su propio destino, pero él no podía definir qué era.
Junto con el avance de su demencia, le fue resultando cada vez más claro que había una conexión secreta entre su vida y la de Kaspar Hauser. ¿Qué hechizo inescrutable despertaba aquél nombre en su alma? Esa asociación lo llevaba siempre de vuelta al recuerdo del hermitaño.
En sus momentos de lucidez a veces se acordaba con cariño del anciano de barba gris y cayado en la mano izquierda. Sentía un impulso irresistible de encontrarse de nuevo con aquel hombre santo y circunspecto, que le había enseñado tantas cosas.Tenía la impresión de que su maestro no le había contado todo a respecto de las puertas y el jardín.
Un día, un pensamiento pasó por su mente como un flash: ¿No sería que el viejo le había dado los signos y él no estaba entendiendo? Sí...de repente se acordó de la biblioteca."Quién sabe aquí mismo", le había dicho el anciano. Comenzó otra vez a rondar la mansión de paredes blancas, como queriendo arrancarle una respuesta.
Pero ya no había nadie en la pequeña entrada que daba acceso a la casa, que continuaba tan vacía y misteriosa como siempre, recorrida por los vientos que ululaban a través de sus puertas y ventanas abiertas. Entonces, un día, decidió entrar.
Habituado a recorrer aquellas salas crepusculares en los años del viejo maestro, Jaco había conseguido trazar un mapa mental bastante aproximado del plano del lugar. Por eso no le pareció arriesgado ni le resultó difícil elegir la puerta, seguir el corredor, la baja bóveda, los capiteles, hasta la bóveda mayor con el rótulo encima:"Kaspar Hauser". Otra vez tuvo la impresión de que el tiempo había parado dentro de aquellos recintos. Luego de atravesar la puerta pasó por el escritorio de madera tallada de la recepción. Todo continuaba igual, todo se cubría de polvo y de tiempo.
En los meses que se siguieron, la biblioteca se transformó en el centro de su vida. A veces, cuando terminaba su trabajo en el bar, iba directamente para la casa vacía y ayudado por la luz de una vela recorría de nuevo los interminables pasillos polvorientos, los ficheros que olían a humedad.
Pasó horas revisando las páginas de la Kabala y los manuscritos de Ahl-Ruddhin, el monge loco que decía haber construído un vehículo con el cual podría viajar a las estrellas.
Horas y horas de búsqueda acabaron rindiendo sus frutos. En un rincón oscuro de un estante que ya presentaba signos de podredumbre, una noche encontró un libro de tamaño mediano, hediendo a moho como todo lo que estaba guardado en aquel rincón escondido del tiempo. Era una vieja edición alemana, encuadernada en cuero, de "El enigma de Kaspar Hauser", de Louis Pauwels y Jacques Bergier.
Su transformación fue tan incontrolable que ya no sabía diferenciar cuándo estaba en la biblioteca, revisando catálogos llenos de polvo o dando vueltas por las calles de la ciudad. Pero él no llegó a ver eso como una prueba de su creciente locura. ¿No le había dicho el viejo que toda la ciudad estaba contenida en esa casa?
Jaco rasguñaba palabras y secuencias enteras de una lengua que apenas entendía. Leía y releía los pasajes y muchas veces tuvo la impresión de estar leyendo continuamente la misma línea, así como a veces pasaba por el mismo corredor repetidas veces sin darse cuenta.
Con enorme esfuerzo fue reconstruyendo la epopeya de Kaspar, y así vino a saber que..........
"........había aparecido un día en una plaza de la ciudad este muchacho de tal vez dieciseis, diecisiete años
vestido de campesino con una carta en una mano y un pequeño libro de oraciones en la otra.
La sucinta carta relataba cómo Kaspar había venido al mundo por error, pidiendo el favor de algún alma caritativa para tomar cuenta de él, porque su familia era muy pobre y no tenía recursos para ofrecerle una vida digna. La carta acababa con una recomendación concreta y estremecedora:
-"Si fuese imposible tomar cuenta de él, mejor golpéelo hasta morir, o cuélguelo en la chimenea."
Lo curioso es que Kaspar no conseguía articular palabras, se expresaba con sonidos como un animal, no sabía cómo usar sus manos, cuando intentaba andar, tambaleaba y caía como un bebé que aprende a dar sus primeros pasos. La dificultad en mantener el equilibrio poco a poco fue desarrollando una promiscua joroba, que recordaba vagamente la figura grotesca del Ricardo III de Lawrence Olivier.
Los exámenes mostraban un desarrollo mucho mayor en el lado derecho del cerebro, lo que le otorgaba, en principio, una capacidad fantástica para la música. Sin embargo, las pocas personas que lo habían escuchado cantar, decían que era totalmente desafinado y no tenía la más mínima noción del tiempo musical.
Fueron vanos todos los esfuerzos por encontrar una pista. El desconocido carecía de parientes o amigos, parecía
no haber tenido nunca cualquier tipo de relación con alguna cosa viva, no tenía casa. El comisario descubrió por accidente su nombre el día que Kaspar garabateó unas letras deformes en un pedazo de papel="k....as....pr," había escrito, y cada vez que oía la palabra su rostro infantil se iluminaba. Como un cautivo que pasó años en una mazmorra oscura, no podía quedar expuesto a la luz directa del sol por mucho tiempo. Sus ojos comenzaban a doler, las pupilas se dilataban y la afable sonrisa se transformaba en una máscara de dolor.
El muchacho parecía haber tenido una existencia terrible. Los médicos calcularon que su edad mental no iría más allá de unos tres o cuatro años. Le costó una enormidad aprender un pequeño vocabulario para poder comunicar cosas básicas, hambre, dolor, pero no tenía cómo expresar ideas un poco más complejas o pensamientos abstractos.
Los estudiosos no conseguían entender la rapidez y sagacidad de sus respuestas, la velocidad fantástica para calcular, la pavorosa capacidad de entender fenómenos complejos de una forma casi infantil pero aferrada a la más estricta lógica.
Kaspar era un cosa que no podía existir, al menos en este plano. Era un desafío a las leyes que sostienen nuestra comprensión del mundo. Los lugareños, impotentes para encontrar alguna explicación coherente, comenzaron a burlarse de él y de ahí pasaron a odiarlo, como se odia una cosa repugnante.
Por eso algunos decían que bebía y que trataba así de olvidar la angustia de un destino infeliz, pero en realidad esos boatos, como muchos otros creados a su respecto, nunca fueron probados.
Desesperado por encontrar alguna información sobre su origen, Kaspar fue un día atraído con engaños hasta los jardines de un castillo abandonado, en un pueblito de las redondezas, donde fue asesinado por el supuesto informante. El motivo del crimen nunca llegó a ser esclarecido. Fue encontrado con una cuchillada en el medio del pecho, todavía con vida, pero su salud deteriorada no resistió y murió tres días después..."
Las reacciones colaterales provocadas por los remedios comenzaron a minar la sanidad mental de Jaco, junto con su cuerpo.
Comenzó a beber, a consumir cocaína y a vagar por la ciudad como un paria, conviviendo con mendigos y vagabundos de quienes se haría amigo, tocando para ellos. Finalmente hasta los propios mendigos, al principio divertidos con sus historias, empezaron también a rechazarlo.
Tal vez como consecuencia de las drogas junto con los remedios que tomaba para combatir la esquizofrenia, su cuerpo comenzó a curvarse por efecto del propio peso, parecía un deformidad maldita, que aumentó el desprecio y el rechazo de sus propios colegas.
A veces aparecía de noche rondando las cuevas humeantes de opio y marihuana del Bronx, hurgando en las latas de basura por restos de comida.
Esa noche, como todas las noches, Jaco ya había bebido más de la cuenta. Salió de la biblioteca y después de devorar otra carrera de cocaína en el entrepiso de un predio en construcción, donde pasaba ocasionalmente algunas noches cuando no tenía donde dormir, anduvo dando vueltas por los rincones oscuros del centro, haciendo tiempo para llegar al bar donde tocaba esa noche.
Fue y volvió por la misma calle sucia y húmeda varias veces sin percibir, se perdió por corredores donde prostitutas escondidas entre las latas de basura ofrecen una bocada a cambio de algunos centavos y unos gramos de heroína, paró varias veces frente al putero sórdido y maloliente donde debía presentarse esa noche con su banda. Pero había algo que no lo dejaba entrar. Creyó ver al viejo sentado en un rincón, al lado de la puerta. Apuntaba con su cayado para un lugar un poco más lejos, como queriendo decirle que esa no era la puerta abierta para él..."hay una secuencia para cada persona"...."algunas puertas no deben ser abiertas..."
Mucha gente comenzaba a agolparse en la entrada.
El boletero de impecable traje gris marcaba los tickets de los clientes, la señora del Ford gritaba con el motociclista que había estacionado justo detrás de ella y no le dejaba espacio para maniobrar, alguien llamó su atención para ofrecerle un cigarro. Después de un tiempo irreal que él no tendría cómo calcular, volvió la cabeza. No había casi gente en la puerta, el show estaba por comenzar, el motociclista había desaparecido dejando a la señora del Ford ahora finalmente en paz para poder disfrutar del espectáculo, pero algo no encajaba, un elemento diferente, un rostro desconocido, un mínimo detalle y toda la realidad se desmorona, los planos se confunden.
Las tenues películas son agitadas por el soplo de una brisa invisible, una confluencia de cosas imposibles puede ocurrir en cualquier momento....
El cuadro ya había cambiado. El señor de gris había abandonado la boletería, ahora a oscuras (señal de que las entradas se habían agotado). En su lugar, bien en medio de la puerta, estaba parado un sujeto alto y fuerte, de músculos redondos y un pescuezo corto y macizo que parecía empujado a la fuerza para dentro del busto. Era el jefe de seguridad del local.
Los frecuentadores habituales ya conocían a Jaco como a un vagabundo que acostumbraba molestar y robar las propinas que dejaban los clientes. Pero nunca ocasionaba grandes problemas, una limosna para comprar una bebida, ahí él quedaba satisfecho y se iba a vivir su viaje alucinado por el resto de la noche.
El brutamontes comenzaba en el trabajo ese día, y no había sido advertido. Lo tomó por un provocador y le negó la entrada.
Jaco estaba sucio, sudando, exhalando olor a alcohol y por su brazo bajaba un fino hilo de sangre, tal vez consecuencia de alguna aguja mal aplicada.
Intentó forzar la entrada, suplicó,"que yo tengo que tocar, están esperando por mí", y el otro, que ya conocía de memoria esos agitadores de night club, imperturbable, "no, que aquí no entras, borracho".
Vio de nuevo al viejo indicando la otra puerta, pero estaba tan embriagado que no percibió el aviso. En realidad, el club donde él debía tocar esa noche no era éste, sino otro, en la misma calle, un poco más abajo, hacia donde indicaba el bastón del anciano. Sintió que estaba provocando el encuentro de cosas que no debían juntarse. Todo confluía en él, el ciclo de la metamorfosis se cerraba. Él era Kaspar con un puñal en el pecho, era el jardín donde todos los caminos se cruzaban, y él, Jaco Kaspar Pastorius III, había elegido la puerta falsa. Ahora ya faltaban mínimos detalles para cerrar el círculo del destino: poco importaba si un puñal o un taco de billar rajándole la cabeza, si el jardín municipal o la puerta de un burdel repugnante en una ciudad de nombre impronunciable.
De lo que ocurrió a seguir, sólo existen versiones contradictorias, pedazos arrancados de una realidad fugitiva y desfigurada de tan manoseada, relatos fragmentados escuchados al pasar por testigos no mucho más confiables que los propios protagonistas.
Algunos dicen que el gigante descontrolado empezó a golpearlo porque Jaco, totalmente perturbado por las drogas y el alcohol, lo insultó feo ante su negativa a dejarlo pasar, otros hablan de pura cobardía y venganza en su agresor (o agresores) , liberados por el exceso de entorpecientes, otros aún mencionan el ajuste de viejas pendencias con algún acreedor anónimo queriendo recibir su dinero de vuelta.
Todas explicaciones inútiles, pérdida de tiempo, porque ninguna de ellas podría ahora traerlo de vuelta de aquel viaje, cuando rodó ya inconciente por los golpes hasta cerca del cordón de la vereda, "déjenlo que se muera, vagabundo", cuando lo colocaron en la ambulancia entre los gritos de la policía y la multitud que se juntaba atraída por un espectáculo excitante, el verdadero plato principal de la noche.
Yo me enteré algún tiempo después por los diarios y por los relatos de algunos amigos,que había entrado en coma, que había pasado así nueve días hasta que los médicos abandonaron toda esperanza, y que, mismo después de la retirada de los aparatos, su corazón se resistió a parar todavía por tres horas. Fue enterrado en el cementerio de Queen of Heaven, Forth Lauderdale, una tarde de setiembre de 1987, cuando acababa de cumplir 36 años.
Alberto Macadar
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