UN REFLEJO EN EL AIRE
Mary deja correr sus dedos suaves por el papel lustroso de la última edición de Vogue, que se le ocurre tan satinado como el pelo increíblemente amarillo de la modelo de rasgos nórdicos cuyo nombre no consigue pronunciar. Casi es capaz de acariciar el rostro pálido de rasgos angulosos cincelados por el soplo cálido del mar, sentir crecer el instinto reprimido de un toque. Acomodada bajo la cúpula brillante del secador, deja que Cybele desenrede su pelo con gestos pausados para sentir la otra piel, la piel oscura y ardiente que le trae ensueños de un mundo secreto, al rozarla como un llamado inevitable a la caricia. Mary siente la respiración de Cybele en su mejilla. El sol que se cuela por la ventanilla entreabierta le trae el recuerdo del asiento en el lado derecho del avión, su lugar preferido porque es desde allí que justo al mediodía ella puede ver la punta de la playa bajo el ala, puede sentir la arena caliente a más de diez mil metros de altura, cada vez que la aerona...