MI METODOLOGÍA (I)



Durante estos últimos años muchas veces me he preguntado cuál sería el motivo de la repulsa profunda que cualquier estudiante de una lengua extranjera siente por la gramática. Principalmente porque nunca había experimentado ese sentimiento, desde mis años de principiante en el inglés y esporádicamente en el italiano.
Después de mucho tiempo de trabajo como instructor, y ya bastante decepcionado con las técnicas de enseñanza de la metodología tradicional, mi ansia por encontrar una salida me trajo al encuentro de los conceptos de imitación y repetición preconizados por algunos lingüistas modernos y que comencé a adoptar con entusiasmo en mis clases, pero todavía chocando en aquella época con la resistencia y desconfianza que esas ideas inspiraban.
Los primeros resultados con las técnicas repetitivas, aplicadas al principio de una forma bastante primaria e intuitiva, me vinieron a sugerir la idea de que la gramática podría ser integrada a esos conceptos. Después de mucha pesquisa y de consultar muchos lingüistas de criterios más elásticos que la vieja escuela, decidí incorporar la gramática a mi infatigable esfuerzo por imponer las nuevas técnicas de “shadowing” (acompañamiento) en el trabajo de clase. Después de todo, pensé, si la gramática es uno más de los parámetros que componen una lengua, ¿por qué no podría también ser incluída en una práctica repetitiva?
Comenzó a quedar claro para mí que la gramática se ha transformado en aquella cosa horrenda y asustadora debido principalmente a las prácticas impuestas por muchos años de enseñanza equivocada. Después de todo, yo mismo había pasado por la aridez de aprender aquella cosa muerta que después de años de esfuerzo se revelaba incapaz de ayudar a nadie a hablar.
Acompañando los principios de tendencias lingüísticas más avanzadas, vine a dar de cara con una idea sorprendente: una persona puede hablar sin conocer la gramática, pero eso no soluciona el problema. Ella debería tener alguna función en el proceso de aprendizaje. Entonces comencé a utilizarla no como un cuerpo extraño y ajeno a ese proceso, que es lo que había visto durante toda mi vida, sino como una herramienta fantástica de apoyo para el mismo. Pero en vez de ser martillada obsesivamente antes de la persona comenzar a hablar, decidí empezar a usarla inmediatamente dentro del ámbito de los ejercicios repetitivos.
Quiero decir, alguien puede aprender a decir una frase cualquiera, digamos “mañana voy a ir a tu casa”, sin necesidad de la gramática, pero va a precisar de ella para saber por qué tiene que hablar de esa manera, porque eso le va a dar la confianza necesaria para saber que está hablando correctamente. Y así como dentro de esa frase inocente existen unos tres o cuatro puntos de gramática que necesitan ser explicados (el uso de los dos verbos, las preposiciones, la colocación típicamente española de “ir a” algún lugar) lo mismo vale para los otros parámetros que componen cualquier lengua: la pronunciación, la entonación, el stress, las pausas, la carga emotiva. Ese fue el comienzo de una práctica completamente nueva en mis clases,ahora las personas hablaban primero y entendían la gramática después.
Lo que resulta de ahí es una consecuencia que hasta unos años atrás los instructores de lenguas se negaban rígidamente a aceptar: que un idioma es mucho mejor abordado si entendido ya desde el comienzo como un todo, y no quebrado en pedazos. Las ideas de básico, intermediario y avanzado se muestran, de esa forma, totalmente engañosas. Una persona que comienza el camino en una lengua extranjera ya tiene que comenzar usando todas las conjugaciones, los verbos irregulares, las colocaciones más fuertes (ver post sobre la materia en este mismo blog), es decir, todo en contexto. Y eso incluye la incorporación de vocabulario, que se ha mostrado como otro trauma de la enseñanza tradicional, debido a las arcaicas ideas de obligar al estudiante a aprender listas interminables de palabras sueltas que son indefectiblemente olvidadas pocas semanas o meses después por falta de contexto y de práctica.
El criterio que cierra este ciclo es igualmente revelador: el seguimiento funciona solamente si se utiliza como materia prima el hablar natural de personas nativas en situaciones espontáneas del día a día, lo que acaba derribando el último tabú, los métodos salidos de estudios de grabación, leídos por actores profesionales.
Muchos otras ideas me propongo mostrar en este, nuestro espacio de español, para quien esté pronto para llegar de cabeza abierta y sin prejuicios. Sirve por ahora como presentación y bienvenida y principalmente como un hálito de brisa fresca en un área tan castigada por las ideas asfixiantes de la tradición.

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