LOS CRISTALES DEL LOURE
E sa noche habíamos elegido volver por la ruta del parque, con sus amplias avenidas bien iluminadas, para evitar el baldío, un atajo considerable en la vuelta al barrio pero con mala fama y peligroso, especialmente a esa hora tardía. Seríamos tal vez una docena de adolescentes quinceañeros regresando bastante embriagados después de una fiesta, andando en fila india bajo la luz cenicienta de los altos postes que arrojan sombras de formas bizarras a través de las enormes hojas de los olmos y las acacias - D ebemos parecer una procesión de mutantes salida de otro mundo , resuena la voz del Drome - O de un cuento de Bradbury , replica alguien desde más atrás -Y vos Pochito, imaginate la cara de tus viejos cuando les digas que estás llegando a esta hora de un concierto de música clásica, y en ese estado , grita otro. El estruendo de las carcajadas que vino inmediatament