LA ESCARCHA EN LOS CIPRESES
Primero se confundió con la blancura impecable de las sábanas, que se disolvía perdiendo los contornos en el mismo clamor brillante del techo y las paredes. Si no fuese por el goteo insistente de los tubos de vidrio encima de su cabeza, habría demorado más para entender que estaba sujeta a una cama de hospital. Casi no podía mover la cabeza y su cuerpo estaba cubierto de vendas apretadas. Vio ampollas conectadas a sus brazos por medio de mangueras transparentes. El gusto a jarabe le trajo la primera sensación de náusea. El pecho le ardía con heridas lancinantes, cual si hubiese sido rasgado por las zarpas de un animal salvaje. Pero claro, ella sabe que no hay animales en aquel lugar, excepto algunas ratas hambrientas y los perros abandonados que duermen entre los matorrales. Alguien le introdujo un caño de plástico en la boca y la obligó a beber un líquido agrio que le hizo emitir una sonora arcada. Escuchó el resonar familiar de los cristales y aspiró el olor del cloroformo. En...